Tres adivinos ciegos se jactan que lo saben todo. Otro
día, ellos tuvieron un concurso en lo que ellos tenían que describir un elefante. El
primero toca la parte de la cola del elefante. El describe que el elefante es como
una escoba muy flaca, y tiene el pelo largo en su cabeza. El segundo toca la
parte de la pierna del elefante. Él dice que, es como un poste de electricidad
muy dura, y no tiene pelo. En su turno, el tercero toca la oreja del elefante y
describe que el elefante es como un sombrero muy suave y tiene un hueco profundo.
Los tres no están de acuerdo unos con otros. Por fin, se discuten y se pelean
por un día completo.
Podemos preguntar ¿Por qué se pelean los ciegos? Hay algunas
posibilidades que porque no aceptan su límite de habilidad y conocimiento; cada
uno piensa que solo él mismo tiene razón, y su descripción del elefante es
perfecta. ¿Qué les faltan los ciegos aquí? Les faltan más sencillez y humildad,
dos virtudes muy importantes para cada persona.
El mensaje de Jesús para nosotros es que Dios ha revelado
las cosas a la gente sencilla y humilde. Jesús exclamó: “¡Te doy gracias,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!”
En verdad, la gente sencilla y humilde puede ver a Dios
en otras personas porque acepta su límite e imperfección. Cuando acepta su
límite y fragilidad, puede reconocer la identidad humana con mucha debilidad,
sino no es dios. El mundo hoy día existe los orgullos que quieren saber todo y
controlar su vida y la vida de otros. Por ejemplo, hay las mujeres que dicen:
“El bebe en mi útero es mío; tengo derecho de guardarlo o botarlo.” Cuando
reconocemos nuestro límite, podemos aceptar el límite de otros. Esta actitud
nos anima a ver el bien en cada persona. Cuando vemos los bienes en nuestros
hermanos y hermanas, podemos ver a Dios en ellos.
La gente sencilla y humilde puede ver la obra de Dios en
cada situación porque siempre busca la voluntad de Dios en ella. En una
situación mala, los sencillos y humildes quieren saber que Dios quiere hablar
con ellos, sino no se quejan a Dios porque pasan las cosas malas a ellos. Saben
que hay cosas misteriosas que no pueden comprenderlas ahorita. Tal vez, pueden
saberlas cuando cumplen su vida en la tierra o cuando se encuentran con Dios
cara a cara.
En el libro de Job, Job era una persona buena y sencilla,
pero había problemas en su familia: estaba muy enfermo y sus hijos murieron. Un
día, estuvo muy triste y preguntó a Dios la pregunta "¿por qué?".
Dios planteó a Job muchas cuestiones que no sabía responder. Concluyó
diciéndole, “¡El sufrimiento es difícil de entender!", pero "¡Ten confianza en mí!”
Por eso, tengamos confianza en Dios porque Dios tiene un plan para cada uno de
nosotros.
En verdad, Dios se ha revelado a la gente sencilla por su
representante, la Virgen María. La virgen de Guadalupe apareció a Juan Diego,
un indígena muy sencillo y humilde en México. La Virgen de Fátima apareció a
los 3 niños, los pastores muy simples and humildes en Portugal. Si vivimos
nuestra vida con un corazón sencillo y humilde, un día podemos ver a Dios y la
Virgen en nuestra vida.
Seguimos el ejemplo de sencillez y humildad de Jesús
cuando llegó a Jerusalén como un Rey, sino no era un Rey con las armas o se
sentó en el trono de oro. Un Rey justo y humilde que montara en un burrito. Un
Rey que viniera para morir por nuestros pecados. Cuando Jesús aceptó la muerte
como la voluntad de su Padre con un corazón sencillo y humilde, el yugo de la
muerte no era tan pesado, sino más ligero. Por eso, la gente humilde sufre
menos que los orgullos porque pueden aceptar la voluntad de Dios en su vida.
Cuando las cosas malas pasan, los orgullos, le preguntan a Dios: “¿por qué me
pasan a mí, y no a otros?” Sin embargo, los sencillos dicen, “Las cosas pueden
pasar a mis hermanos y hermanas, ¿por qué no pueden pasar a mí?” Por eso, con
esta actitud, el yugo y la cruz de Dios se vuelven más suaves y ligeros para la
gente humilde de corazón.
Estamos invitados a hacernos la gente sencilla y humilde
de corazón para ver a Dios y su voluntad en nuestra vida, y para tomar el yugo
de Dios con una manera más suave y ligera.
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