Vivir en un
mundo donde hay doble vida, el ideal es que la
vida material es para beneficiar la vida espiritual y viceversa. Necesitamos comer y cuidar nuestro cuerpo para sentirnos
bien, amar a Dios y servir a su pueblo. Apoyamos a la familia y educamos a los
hijos para mejorar la sociedad e iglesia. Celebramos la vida en diferentes
formas para alabar la obra de Dios. Al mismo tiempo, nutrimos la vida
espiritual en relación con incidencias diarias para encontrarnos con Dios en
los demás. Hablamos con Dios sobre nuestras necesidades y nuestros problemas
para encontrar la paz en nuestro corazón. Cuando compartimos el pan y vino en
la eucaristía, hacemos sacrificios para Dios y compartimos el amor con nuestros
hermanos.
Necesitamos
obtener un equilibrio en la vida donde le damos mayor importancia a lo material.
Si pasamos mucho tiempo en la vida material y tratamos de conseguir todas las
cosas de este mundo, estamos muy cansados y nunca nos sentimos satisfechos. Cuando
fallezcamos, no podremos llevar nada con nosotros. En realidad debemos preocuparnos por nuestra vida
espiritual. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma, estamos invitados a pasar más
tiempo en la vida espiritual para encontrarnos con Dios frecuentemente y
meditar en Dios en una manera más profunda.
San Mateo
describe que Jesús tomó consigo a sus discípulos a un monte. Los discípulos
entraron en el mundo espiritual muy profundo. Ellos podían ver a Jesús en la
imagen de Dios con la luz brillante y gran gloria cuando
Jesús se transfiguró. Ellos estaban
llenos de un gran temor, pero estaban muy felices muy cómodos. Estaban en
estado de éxtasis. Querían quedarse en ese estado como siempre. Mientras
disfrutaban del momento de éxtasis, Jesús se acercó y los tocó. Ellos
se levantaron, y no vieron a nadie más que Jesús. ¿Qué pasó?
Esta situación parece la situación de un hombre que tiene mucha hambre, soñando entrar a un lugar con mucha comida. Va a poner la comida en su boca, de pronto alguien lo despierta. Parece la situación de un chico que está soñando estar con su novia en un lugar muy romántico. Va a darle un beso lindo, entonces de pronto alguien lo despierta. De mismo modo, los discípulos no querían salir de estado de felicidad con Dios. En verdad, ellos sumergieron en el mundo espiritual pero con el deseo corporal del mundo material que no querían salir de estado de comodidad. Tenían que regresar a la vida real para continuar su misión en la tierra con desafíos y dificultades.
Cuando
disfrutamos de cosas materiales como el dinero, poder, y estado social, no
queremos salir de este mundo. No queremos entrar el mundo espiritual con
sacrificios, humildad, y pobreza. Como cristianos, necesitamos salir de la vida
de comodidad para entrar el desierto con Jesús
donde confrontamos tentaciones, desafíos y sacrificios. Todavía presenciamos en
el mundo material pero con el deseo de obtener la santidad. Cuando escuchó a
Dios, Abrahán salió de su lugar, su familia, parientes, amigos, vecinos, y
todas sus pertenencias.
¿Cuál es nuestra
zona de comodidad? ¿Podemos dejar nuestras pertenencias materiales para obtener
un esfuerzo espiritual?
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