Cuando trabajaba como capellán
en el hospital, visité a un hombre muy enfermo. El doctor dijo
que él no pudo pasar una noche más. Por eso, su hijo vino para pasar el último
momento con su padre. Sin embargo, ese hombre todavía estaba en estado de coma.
Cuando hablé con el hijo, sabía que él tenía su mujer pero estaban separados
por muchos años porque él cometió una equivocación grave, y su mujer no lo
aceptó, no lo perdonó, y se fue a otra ciudad. Yo pedí el número de su mujer, la
llamé y le dije la situación de su esposo en el hospital. “Por favor venga”
dije yo. Ella vino y entró el cuarto con él. Después 10 minutos de
conversación, el esposo murió en paz. Yo estuve muy sorprendido y pregunté a la
esposa: “¿qué dijo con él?” Ella respondió: “yo le dije a él, te perdoné y vete
en paz.”
Ese hombre esperaba
mucho tiempo por un momento de reconciliarse con su mujer, recibiendo el perdón
y la paz en su corazón antes de presentarse a Dios. Nosotros también,
necesitamos la reconciliación con Dios y con los demás antes de cumplir nuestra
vida en la tierra. Por eso, Jesús dijo en el Evangelio de San Mateo que: “deja
tu ofrenda junto al altar, y ve primero a reconciliarte con su hermano, y vuelve
luego a presentar tu ofrenda.”
En la historia
salvadora Dios se reconcilia con su pueblo por muchas veces, por ejemplo:
cuando Adán y Eva lo desobedecieron, cuando los Israelitas lo traicionaron
adorando el toro de oro en el desierto. Nosotros hemos cometido muchos pecados,
pero Dios se reconcilia con nosotros y establece una alianza nueva, un
compromiso de amor y perdón con nosotros. ¿Por qué
no podemos reconciliarnos con nuestros hermanos?
En 1981, un
hombre de Turquía intentó a asesinar al Papa Juan Pablo II en la plaza de San
Pedro dentro de la multitud. El Papa tenía una operación muy grave en el hospital,
sufrió mucho dolor y una experiencia cercana a la muerte. Le capturaron al
hombre y lo pusieron en la cárcel con la sentencia perpetua. Algunos años después
el Papa Juan Pablo II vino a la cárcel a tener una conversación larga y
reconciliarse con ese hombre. Todo el mundo sabía que el Papa se reconcilió con
ese hombre y lo perdonó. El Papa pidió al presidente de Italia para librarle de
su sentencia. En ese momento, el hombre lloraba mucho, las lágrimas de arrepentimiento
y conversión del corazón. El Papa Juan Pablo II y Papa Juan XXIII están en su camino
a la santidad. Su canonización será el 27 de abril este año.
En nuestra vida,
¿por qué necesitamos reconciliarnos con nuestros hermanos?
Porque primero
Dios se reconcilia con nosotros y nos perdona todos nuestros pecados. Por eso
necesitamos reconciliarnos con los demás también. Sin reconciliación, hay más
ira, más venganza, más perturbación en el corazón, y más violencia en la
familia, la sociedad, y en el mundo. Cuando no podemos hacer una reconciliación,
todavía tenemos mucha ira, muchos malos pensamientos, preocupación, y perturbación.
Esto causa una energía mala en nuestra vida. Hay una investigación que dice;
que esta energía negativa crea una química mala en nuestro cuerpo y causa dolor
en la cabeza, presión alta, azúcar en la sangre, y mucha otras enfermedades físicas.
Reconciliación crea
la paz en nuestro corazón, y esta paz crea la alegría, el amor, y la felicidad;
también crea el espíritu positivo que crea una energía buena para prevenir las
enfermedades físicas. Con reconciliación, no tenemos arrugas en nuestra cara. Cada
arruga en nuestra cara es cada ira, cada preocupación, y cada perturbación. Con
reconciliación, somos jóvenes como siempre en nuestro corazón. Durante
los 40 días de Cuaresma, estamos invitados a hacer reconciliación con Dios y
con nuestros hermanos. Como cristianos, necesitamos construir puentes de la paz
dentro de un mundo violento, vengativo, y dividido. Como el hombre muy enfermo
en el hospital que necesitó de la reconciliación y el Papa Juan Pablo que se
reconcilió con su asesino en la cárcel, también nosotros necesitamos la reconciliación
y el perdón en nuestras vidas para lograr así, la deseada paz que el Mundo
necesita.
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